ríete,
mucho;
ríete tanto que duela.

sábado, 29 de septiembre de 2018

Mi faro.

Estoy anclada.

Creo que llevo tanto tiempo peleando
que he perdido las fuerzas para seguir tirando de un barco que ya no sé a donde va,
pero sabiendo donde querría que estuviera.

Creo que por miedo a perder
he terminado por hacerlo
y ahora todo lo que hay aquí me da miedo
porque me veo sola.
Y sigo dándole vueltas
y no entiendo en qué momento
pisé en el lado equivocado y he echado todo esto por la borda.
Pero sé que es culpa mía,
lo llevo dentro.
Tú creerás que no
y yo te diré que llevo meses machacándome tanto con querer hacerlo bien
que he acabado por creerme que no puedo conseguirlo,
porque no veo resultados.
No te veo a lo lejos.
Ya no hay faro.

Estoy anclada.

Ahora me he quedado quieta,
llorando,
sin tener ni puta idea de a donde ir
porque ni me encuentro,
ni te encuentro a ti.
Te fuiste despacio,
dejando la puerta abierta
por si me daba por salir a buscarte
y tuve tanto miedo...
dolías tanto...
que cuando salí a hacerlo era demasiado tarde.
Y ya no éramos,
porque habíamos cambiado.
Tú habías crecido
y yo...
yo seguía sintiéndome pequeña a tu lado.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Efímero.

Por fin me he armado de valor y he venido dispuesta a morir. Estoy aquí para darte todas esas explicaciones que tuviste que suponer tú de todo esto que nos pasó. Voy a pedirte perdón, porque sé que va a dolerte.

Sé que al principio todo eran apariencias y muchas peleas sin importancia, importancia que quizás tú no le dabas y yo sí. Después llegaron las excusas a un "todo" que ni siquiera sabía qué significaba ya. Y acabé por cuestionarme qué quería y, sobre todo, a quién. Y esta vez la respuesta ya no fuiste tú.

Perdona, quizás he quitado la tirita del tirón y ha escocido. Pero no quiero mentirte. O al menos ya no.

Sé que no es justo, que no es tu culpa y que, posiblemente, yo sea la única cobarde aquí por no hablarlo contigo en su momento. Sé todo lo que vas a decirme porque todavía te conozco, la diferencia está en que yo ya no soy la misma. Me he vuelto de piedra porque en realidad sé que nunca empecé esto con todo el corazón. Seguía teniendo miedo. Miedo al dolor.  A la soledad. Y me he dado cuenta de que no se puede vivir a base de parches, que al final las cosas nunca terminan de arreglarse, y yo sigo rota...
Lo peor es que creo que tú también lo sabías y te auto-engañaste pensando que podrías arreglar mis rotos. Idiota, nunca te enteraste de que esas cosas nunca suceden. Aunque tengo que serte sincera, yo también quise creerlo. Era lo mejor, para todos.

Cuando quise darme cuenta estaba en una espiral de recuerdos, cariño e incertidumbre que no me dejaba si quiera dormir. No es que siempre estuviera de mal humor, es que había olvidado como tratarte. Sí, lo olvidé. Lo olvidé porque quizás nunca llegué a aprenderlo del todo. Que sé yo.

También sé que pedirte que no llores va a ser en vano. Igual que pedirte que me odies, lo sé. Lo sé porque yo también tuve que lidiar mi propia guerra cabeza corazón y al final eso acaba eclosionando igualmente, y duele en muchos sitios a la vez. Pero no sé, piensa que no cumplí la promesa de quererte pese a todo. Que los planes de verano nunca pasarán de la imaginación. Piensa que he jugado contigo, mentirse a una misma siempre ha sido más fácil que mirar directamente a la luz y ser capaz de no llorar. Pero no cometas mis errores.
No busques el salvavidas que no toca. No te encierres. No vomites algo que al final, solo va a seguir haciéndote daño a ti. Y cuando sepas que ha llegado el momento, levántate, pero no tengas prisa.

Yo por fin me he armado de valor y he venido dispuesta a morir. A morir por ti, y a pedirte perdón por haberte matado sin previo aviso.

martes, 21 de agosto de 2018

8118

Sé que hace tiempo que no nos vemos,
que no paro de decirte que te echo de menos
y que los días empiezan a tener horas de más
desde que no estás aquí.

Lo pienso y contigo tuve
y tengo tanta suerte...
De encontrarte aquí,
al otro lado del camino
mirándome como si nunca hubieras tenido dudas de que podía ser
y esperaras a que yo me diera cuenta.

Perdóname.
Tenía miedo de apostar
y perderme entre tantos rotos
otra vez.
Aunque con el tiempo
llegó a un punto
en el que no supe no apostar por esto,
no dejarme llevar,
no ser feliz a tu lado;
no ser contigo.

Así que aquí me tienes,
gritándole al mundo que te echo de menos,
que te quiero cerca
durante mucho tiempo
sin miedo a lo que venga,
porque contigo siempre hay planes de suerte,
ases bajo la manga,
y días grises siendo trece
y martes;
que no han podido con nosotras.

Hoy quiero decirte,
a ti,
que no te haces una idea de lo feliz que soy gracias a todo esto.
A esta bonita casualidad,
a la serendipia.
A ti mi vida,
por dejarme formar parte de la tuya
y por conseguir que te regalara la mía
sin peros,
sin miedos,
sin nadie más.
Nadie más que nosotras.

Hoy estoy aquí para que te des cuenta
de que no hay dudas,
y de que nunca las hubo.
Que siempre se trató de ti y de mí
y que no pienso perder todo esto que hemos ido construyendo día a día.
Que esto ya es nuestro mi amor,
y nadie puede quitárnoslo.
Ni los lugares
o estaciones.
Ni las fechas
y días.
Ni los besos...

Hoy mi amor...
hoy puedo decir
que empecé este viaje de casualidad
y que mi mayor acierto
fue hacerlo contigo.


miércoles, 1 de agosto de 2018

Días grises.

Hoy me he permitido volver a preguntar por ti.

Con un par de copas de más 
y quizás unas cuantas preguntas
de las que aún 
no sé si quiero respuesta.

Dios mío como te echo de menos,
no lo sabes bien,
nadie lo sabe.

Sigo teniendo miedo a preguntarme
qué siento;
si es que todavía queda algo aquí 
de ti
que pudo ser de dos. 

Dios mío como nos echo de menos,
las velas consumidas
los pósters en la pared
y las sonrisas.

Seguimos pensando que no se puede
cuando en realidad
siempre pudimos,
solo que
a nosotros
nos daba demasiado miedo caer
y optamos por tirarnos,
así la caída dolería menos.

Qué mentira.

Y me estoy cansando de hablar de pedazos
y rotos
porque nada cambia;
mi amor,
ni siquiera esto cambia,
todo lo que
sentimos
algún día.

Y hoy, que me he permitido volver a preguntar por ti.
Hoy.
He vuelto a abrir los ojos
para ver
que sigues sin estar ahí.

lunes, 23 de julio de 2018

Último portazo.

Que digo yo que nunca fue fácil,
que siempre se tardará menos en romperse
y más en decidir si levantarse.

Que ya no es cosa de dos
porque en el fondo siempre supiste que solo contaba uno,
sin que suene bonito,
sin esas moñadas vomitibas
de las que siempre presumiste
y que yo creí.
Solo contaba uno.

Que digo yo que siempre lo supiste,
que era más cómodo quedarse sentado
pidiendo más
que levantarse a buscar respuestas a todas las preguntas que un día nos hicimos;
y las ganas...
cuantas veces dijimos que nunca faltarían
y qué pena tener que estar buscándolas ahora.

Que digo yo que ya qué más da
si ya no dueles,
si la puerta se ha cerrado del todo
y he echado el pestillo para no volver a darte la oportunidad de armar otro desastre,
como aquel día,
como todos,
como siempre.

Y las ilusiones...
cuantas veces te dije que serían la base de todo
y como te has empeñado en tirarlas.

He tirado la basura y no han quedado recuerdos aquí dentro,
así que puedes irte
con la total
tranquilidad
de que no saldrá nadie
a buscarte.

miércoles, 4 de julio de 2018

Vita.

Ni siquiera sabría cómo empezar
a explicarte todo;
el porqué sí,
el cuándo.

El preciso momento en el que tuve claro que no quería que fuera con nadie más.
Que quise montarme en aquella montaña rusa
y hacerla nuestra,
tanto,
que es imposible que nadie entienda esto.

Porqué seguimos intentándolo
y todas esas veces que nos hemos visto cuesta abajo y casi nos fallan los frenos,
esas veces que nadie sabe,
que sólo tú y yo.
Siempre tú y yo.

Y sin embargo seguimos caminando,
sin prisa pero sin pausa,
todos los días de mi vida.
Todos,
mi vida;
porque hace tiempo que ha dejado de importar lo demás.
Ni tus idas y venidas
ni mis miedos.

Se han quedado atrás las inseguridades porque por fin hemos aprendido a ser.

A ser sin que duela.
A ser sin medidas.
Sin tiempo.
De una forma tan intensa,
que todavía me sigo preguntándo
qué cojones viste aquí.
Que yo solo era una casa en ruinas
y me has decorado a tu antojo,
y ahora todo se ve tan bonito...

Las vistas desde aquí son tan inmensas que he empezado a sentirme grande a tu lado.
De tu mano.
Contigo.

Y no me cansaré de decirte que quiero,
quise
y sé que querré esto siempre.
A ti.
A un nosotras.
Mucho tiempo.
Muchos días,
y todas la noches.
Quédate todas mi vida,
y prometo intentar hacerte la mitad de feliz,
como mínimo,
de lo que me haces tú a mí.

Volemos alto
que sé que juntas llegaremos lejos.




lunes, 28 de mayo de 2018

Lo siento.

No podría decirte nada más sincero que lo siento.
Porque lo siento tanto
y tan fuerte,
que no te haces una idea de cuánto lo siento,
ni de cómo.

Sé que llegaste de casualidad,
pero ahora que estamos solas
tengo que admitir
que siempre te busqué.
Que siempre te quise,
aunque no lo supieras,
aunque yo no supiera que tú
y yo,
que nosotras
seríamos capaz de encajar de una forma tan bonita.

Hoy he vuelto a despertarme
mirando al otro lado de la cama,
como cuando no estás.
Ya sabes,
siempre después de haberte ido.
Y es curioso,
porque cuando te quedas
no lo dudo,
nunca miro;
y cuando sé que no estás
sigo con la esperanza de encontrarte al otro lado.

Sabrás también que esto no va a cambiarnos,
que siempre quise que volaras
y que espero cada día
que sigas queriendo hacerlo conmigo;
porque contigo llego alto,
tanto mi vida,
que he dejado de tener vértigo a las alturas
porque me he acostumbrado a estas vistas.

Al contigo,
al no sin ti.
A las manos encajando,
y a los besos antes de ir a dormir.
A tu forma de aguantarte la risa,
y a la mía cuando te veo venir.

Sé que me explico fatal,
que nunca conseguiré entender porque tú
si yo nunca merecí este amor tan fuerte;
si me había proclamado desastre
en la vida de cualquiera
y el huracán en todo su esplendor.
Que nunca entendí por qué quisiste meterte aquí,
ni tampoco me quedarán palabras para agradecerte
todos los días que me regalas
sin darte cuenta.

Así que lo siento.
Sin pedir perdón.
Sin apuros.
Sin prisas.
Con muchas ganas.
Muchas noches.
Y restando días para seguir sumándolos contigo.

Lo siento mi vida,
porque
cómo cojones no iba a hacerlo si nunca nadie me había mirado así.

lunes, 2 de abril de 2018

Ahora soy mejor persona.


Si pudiera me pasaría el resto de mi vida agradeciéndote haber aparecido, aunque repitas mil veces que fue de casualidad.
Si te tuviera delante te pediría que al mirarme no pestañearas, que me gusta cuando puedo verme reflejada justo ahí. Que me veo mejor persona. Gracias a ti.

He descubierto una parte de mí que había dejado apartada y que echaba de menos. El puzle vuelve a estar completo, y es gracias a ti. A tu insistencia en querer mejor, y a la mía de dejarme hacer. A las tardes de relax, las noches creando amaneceres descubriendo un poquito de mí y de ti, y, además, a tu risa. A esa que tanto odias y que te sale de casualidad cuando algo te sorprende de repente. A tu mal genio a la hora de aceptar que hay veces que nadie tiene razón, por mucho que suene irónico.
No lo entiendes, pero sé que soy mejor persona cuando te veo sonreír a escondidas antes de irnos a dormir. Cuando te enfadas y aun así no eres capaz de mirarme a los ojos por miedo a perder la compostura, y la razón.

Me has convertido en mejor persona porque alguien como tú solo podía traer pros a todos los contras que tenía a mi alrededor. Y, mi amor, cómo agradecerte cada parte de este puzle que hemos creado sin saber cómo, y que tengo miedo a que se rompa. Como devolverte todo lo que me has regalado sin querer, y sin darte cuenta. Cómo voy a hacerlo sin decirte la palabra que tanto odias y que necesito que escuches cada día. Que te quiero como la gente ya no quiere. Que los nudos han dejado de ahogar y que ahora gracias a ti respiro.
Esta noche no quiero mentirte, mi amor, porque es hora de que diga en voz alta que llevo meses enganchada a esa sonrisa, y a tu manía de no querer enseñarla. No quiero peros que me quiten la posibilidad de decirte que te quiero, así, sin más. Y quiero que entiendas que me muero de ganas de que te dejes llevar y darme la mano para caminar contigo, sin miedos, sin pasado, sin más. Y cuando no puedas más me gustaría mirarte para decirte que desde que te vi supe que tenía que ser así, sin mediar palabra. Pocas palabras bastan, lo sabes, desde el principio.
Ahora quiero mirarte,
y después;
tal vez mañana
bajar la mirada sabiendo que,
de casualidad,
seguirás mirándome de reojo
casi
sin querer.

lunes, 26 de febrero de 2018

Muy y mía.

Supongo que tú tampoco te lo imaginabas.
Que hoy estaríamos aquí sentadas
en el mismo banco,
así.
Supongo que tú también te alegras de verme,
que tampoco sabías qué era echar de menos a alguien
hasta que me viste irme,
aunque no fuera a casa;
porque nunca fue contigo
siempre fue de ti.

Sé que tú también sonríes cuando escuchas mi nombre
y que yo seguiré haciéndome la tonta
cuando te vea llegar.
Que me seguiré poniendo nerviosa antes de volver a verte
y que el nudo en el estómago al verte ir
cada vez se hará más grande.
Más fuerte.
Que solo puedo culparte de haberme hecho feliz.
De ser todas esas primeras veces que nunca esperé con nadie
pero que contigo sí,
contigo siempre.

Y es que joder,
es tan bonito verte reír...
y llamarte vida,
porque te has convertido en parte de eso;
con todos y cada uno de los baches que nos encontramos al principio
y tu manía de quitar piedra a piedra
cuando yo solo quería saltarlas todas.

Y aún así
viste todo este desastre
y tuviste el valor de quedarte,
para no llamarnos suerte
y creer en el destino,
como si tú y yo
no fuéramos más que eso.
Más que esa luz al final del túnel
y todos los ases que quieras,
negros;
con el cactus
y muchas rosas.

Nos hemos convertido en todas las llamadas
a las tantas de la madrugada,
y en todos esos besos.
En las miradas de más
y en las fotos de menos.
Nos hemos convertido en momentos,
porque por fin
somos,
y mi vida
ojalá sigas aquí
dentro de cinco minutos más
muchos ratitos,
tan tuya
y tan mía
haciéndonos nuestras.

viernes, 9 de febrero de 2018

Solo nos bastó.

Supongo que algo tenía que significar
que nos costara tanto
quedarnos,
y que el primer acto reflejo
siempre fuera marcharse.
Huir del dolor.

Si te soy sincera
en el fondo siempre supe
que seríamos cuestión de tiempo;
que nunca fue por falta de ganas,
pero que
no íbamos a ser la excepción
al resto.

Qué gilipollas fue creer que lo nuestro sí iba a salir bien.

Te diría que me lo merezco,
que nos merecemos haber caido
por como hicimos las cosas;
pero es que no lo creo.
Nos quisimos tan fuerte
tan poco tiempo
que pareció una eternidad.

Mi vida,
tuvimos la eternidad que tanto ansiábamos,
en nuestro propio espacio temporal,
a millones de años luz
de la realidad.
Y nos bastó.

Y nos conocimos tanto
con solo mirarnos a los ojos,
que me hiciste creer
por primera vez
que valdría la pena quererte
a sabiendas
de que quizás
podríamos salir mal.
Y te quise con todas las ganas,
tantas noches,
en cada una de mis letras;
que nunca tuve la sensación
de que algún día podrías irte.

Qué gilipollas fue creer que no te cansarías.

Apostamos al as,
al negro,
esperando
que nada nos saliera mal,
sin contar
con que eramos dos polos
exactamente iguales
que iban a la misma velocidad
hacia la misma meta.
Y chocamos
con toda la fuerza con la que nos habíamos querido,
y acabamos rotas
por algo
que pensamos que solo nos podría
hacer felices.

Pero nos bastó.
Nos bastó ese segundo juntas
para que mereciera la pena
pasarnos toda la vida
echándonos de menos;
porque,
mi vida,
no podría haber elegido
otros labios
para el crimen.

sábado, 13 de enero de 2018

Abre el baúl.

Tengo la sensación de que tengo muchas cosas que decir y no sé cómo empezar.
Creo que me he perdido porque no recuerdo cómo era. Y sé que me echo de menos. Sé que me he ido a alguna parte y no me encuentro. Que me llamo y no respondo.

Quise levantarme con tanta fuerza que me dejé trozos abajo y ahora estoy incompleta.

Sé que no estoy porque me miro al espejo y no me reconozco. Hace tiempo que sé que no estoy aquí y no he querido verlo. Quise hacerme de piedra y acabé enterrando la parte mas pura de mí. La más real. Y ahora no sé qué soy.
No sé qué queda aparte de un mar de dudas de lo que me toca hacer ahora. Porque no quiero esperarme.
Quiero volver con toda la fuerza del torbellino que era y la experiencia de todo lo que he sido hasta ahora. Quiero remediar errores que no cometí pero que achaqué míos. Quiero volver. A doler, a reírme de la herida. A machacarme por no querer lo suficiente y acabar haciéndolo. Quiero perderme y aprender a pedir ayuda. Quiero escribir y seguir desahogándome entre un millón de papeles y que nadie entienda nada. Quiero encerrarme y lamerme las heridas. Y quiero querer, tan fuerte, con tantas ganas y tanta intensidad que hasta me duela.

Echo de menos el dolor de sentir que estoy viva.

Y tengo la sensación de que me estoy llamando, que me escucho a lo lejos. Que estoy llegando. Que queda poco, porque es hora de volver a entregarme a la única persona que ha sabido quererme y matarme a partes iguales. Yo.

Y estoy deseando abrazarme. Porque me echo de menos. Y sentirlo. Sentirlo sin tener que pedir perdón de antemano. Sentirlo como si fuera la última vez. Y despedirme.
Porque estoy volviendo pero sé que parte de lo que soy ahora va a marcharse. No hay sitio para dos y yo me quiero de vuelta.
Me ansío.
Porque me quiero,
y no pienso volver a irme.

jueves, 4 de enero de 2018

Media vuelta.

Tampoco sé si me quedan fuerzas.
Llevo demasiado tiempo yendo contra corriente
en algo que pensé
que me haría dejarme llevar.

Y ya no tengo ganas,
ni de tirar de ti
ni de mí,
ni de esto.

Me he cansado de sentirme el estorbo
de ser dos
y nunca complementarse
para acabar siendo uno.

Y ya no quiero,
quedarme para seguir viendo
como se consume
lo poco que construímos
a base de esperanzas
y que nos encargamos de romper día día.
No quiero quedarme para ver como perdemos
porque no lo soportaría.

Puedes llamarme cobarde,
me lo merezco;
irse antes de haberlo intetando
tiene el mismo mérito que no conseguirlo,
o sea
ninguno.
Pero ten en cuenta también
que siempre estuve
y aun así
nunca terminaste de verme.

Igual nos equivocábamos
y nos estábamos empeñando en ser
algo
que no podía ser.
Que no cuadraba.
Que solo iba a doler.

Igual solo fuimos la ilusión óptica
de dos personas
que se quisieron
incondicionalmente,
pero solo un ratito.
Y sabes de sobra que yo nunca fui de quedarme a medias,
que era ahora o nunca
y acabó por no ser
para siempre.