ríete,
mucho;
ríete tanto que duela.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Serendipia.

Sé que no vas a creértelo,
que nunca fui de decir demasiadas cosas
y que,
aun así
tampoco parece que demostré las restantes.

También sé que a veces es más fácil irse
a intentarlo un poco más
y que,
aun así
siempre acabas por quedarte un ratito más.
Al fin y al cabo estamos hechas de eso,
de mucho tiempo;
muchos ratos invertidos en algo
que parecía que no tenía principio
y que
ahora,
ojalá no tenga final.

Anoche me fui a dormir pensando
que llevo tanto tiempo
intentando no mirarte a los ojos
para no paralizarme,
que al final me he topado
con esa sonrisa
que ha acabado rompiéndome los esquemas.

Hemos sido un caos
tan lleno de vida
que incluso nos ha asustado.
Hemos sido tantísimo tiempo
y miradas,
que creo que nunca había sentido tan cerca el abismo
antes de verte volver a casa;

somos un deseo
pedido a una estrella fugaz
una noche de verano
casi sin querer.

Y ahora,
que no me salen las palabras
y te he mirado
sé,
que en el fondo
siempre supiste que estaba ahí,
que todo era real.
Sé que siempre te bastó con mirarme
para saber todo lo que quería decirte.

Que nunca tuvimos la necesidad
de perdernos
porque nos encontramos de casualidad,
como si en el fondo
estuviéramos destinadas a ser
parte de algo mucho más grande que nosotras.
Como si
hubiéramos podido
parar todo esto
cuando ha sido
más fuerte
que nosotras.

Sé que no vas a creértelo,
que el miedo a veces
gana pulsos,
pero no guerras.
Que quererse siempre
es apostar
de más
a algo demasiado inestable;
pero incluso en las malas,
aunque me quede tambaleando en todo esto,
seguiré manteniendo
que
quererte
siempre mereció más la pena

que cualquier vida sin haberte conocido.