Tengo tantas cosas en la cabeza que no sé
ni cómo empezar.
Podría pedirte perdón por haber llegado hasta aquí,
por ser cobarde;
pero tengo excusa.
Tenía miedo,
sí,
miedo.
Bueno,
aun lo tengo.
Tenía tanto miedo a sentirme sola
que al final
he acabado
por
quedarme
únicamente
yo
aquí.
De todas maneras, te digo,
y sin maldad ninguna,
que tú tampoco me llenabas.
Que no es rencor.
Ni despecho.
Que es verdad.
El vaso pasó a estar medio vacío
en vez de medio lleno.
Y te pido perdón,
esta vez de verdad,
porque sé
que a partir de ahora
va a ser lo único
que me dejes hacer por ti.
Ahora solo
somos los restos
de todo
lo que fuimos.
Aunque no duela
ni rompa,
somos tiempo pasado,
alegrías
y pérdidas.
Somos pasado,
y hacía tiempo que me daba miedo
decirlo en voz alta;
pero hoy,
hoy no importa
porque lo he entendido.
Hoy sé que siempre vendrán días mejores,
y personas
e ilusión.
Mucho yo
y mucho para mí.
Mucho para ser con los demás,
y para quererme.
Así que te pido perdón
por última vez
porque va a ser lo último
que me deje
hacer por ti.