Se
ha roto.
Sé
que se ha roto porque el frío no es igual
y
yo
he
dejado de mirar a la gente sin pestañear.
Ahora
soy capaz de coger aire
y
llenar los pulmones de ilusión,
y
da vértigo.
Sé
que lo sabes
y
que pretendes aparentar
que
no tienes la capacidad
de
enterarte de lo que está pasando aquí.
Pero
lo has roto,
y
esta vez no voy a llamarte
amor
porque
he aprendido que
cuanto
menos dices
más
alto llegas.
También
sé que aquí la única cobarde
no
he sido yo
pero
que, aun así,
no
vamos a permitirnos el lujo
de
demostrarle a nadie
que
hemos sangrado más
noches
que
días.
Tampoco
vengo a agradecerte nada;
sabes
lo que has roto
y
que prometí
ser
lo suficientemente fuerte
como
para no dejarte entrar
en
el mismo sitio
que
sé que
a
día de hoy
llamas
hogar.
Y
ahora los días son más largos de lo normal
y
las cosas ya no duelen tanto,
no
son tan frías.
Te
has permitido el lujo
de
romperme
la
puta barrera
y
te he dado la oportunidad
de
romper un par de cosas más
que
nunca tendré valor de decir,
aunque
ya lo sabes.
Siempre
supiste de que se trataba
y,
aun así
quisiste
quedarte a ver
qué
había más allá
de
unas letras.
Ahora
que lo sabes
y
que yo me he dejado ver demasiado
solo
puedo pedirte paciencia
y
tiempo;
la
primera para soportar todo lo que venga
y
la segunda para pasarlo conmigo.
Y,
por último,
sin
dejar de ser lo más importante
te
pido a ti,
con
tus manías
para
convertirlas
en
mis
defectos
favoritos;
y
tu risa,
ojalá
nunca me quites la oportunidad
de
escucharte reír así,
aunque
sea de mí,
aunque
sea por todo.
Ríete,
ríete
tanto
y
tan fuerte
que
hagas olvidar que existe un mañana,
una
vida sin ti.
Porque
negaré
que lo he dicho,
pero
yo ya no quiero volver a despertar
sin
verte mirarme así,
así
que
ojalá
nunca
dejes
de
hacerlo.